Por David Reyero HR business partner, Sanofi Iberia.
La palabra humildad proviene del latín humilitas, derivado de humus, que significa Tierra.
Podríamos decir que humilde significa «pegado a la tierra», atento a la realidad sin caer en la arrogancia o el exceso de confianza.
Un elemento que da, por tanto, un plus de sabiduría práctica y sentido común, más allá de la experiencia o conocimientos que cada persona tenga.
Una habilidad cada vez más necesaria hoy en este mundo digital donde abunda el «postureo fácil» y la tentación de la soberbia anda cerca cuando se acumulan los éxitos y reconocimientos.
He tenido la fortuna de conocer líderes humildes en ámbitos muy diversos (empresariales, sociales, educativos, familiares…). Distintas vidas, personalidades y orígenes, pero siempre un denominador común: el maravilloso efecto multiplicador que su humildad tenía en su liderazgo.
Zenger y Folkman realizaron hace años una de las investigaciones más potentes sobre liderazgo a nivel mundial. Tras una muestra basadas en miles de respuestas, demostraron cómo los líderes extraordinarios multiplicaban los beneficios y ventas de sus empresas y el compromiso de sus empleados.
En su modelo sobre «líderes extraordinarios» integran 5 elementos: orientación a resultados, habilidades interpersonales, gestión del cambio organizativo, capacidades personales y el carácter como la base y centro del modelo.
Definen la humildad como una de las piezas clave del «carácter» junto con otros atributos fundamentales como cercanía, resiliencia, honestidad, autoconocimiento y autodesarrollo, confianza en los demás y trabajo en equipo o coraje para tomar decisiones difíciles.
Jeffrey Krames resumió en Liderar con humildad el estilo de liderazgo del Papa Francisco. Él sitúa la humildad como pieza central de su estilo de vida: «Si somos capaces de desarrollar una actitud realmente humilde, podemos cambiar el mundo«.
BENEFICIOS DE LA HUMILDAD EN EL LIDERAZGO
Paradójicamente un montón de estudios nos advierten de los riesgos de la arrogancia del líder, pero en cambio, el atributo de la humildad no suele aparecer en los programas de desarrollo del liderazgo.
Quizás se deba a la idea de que ser modesto supondrá un freno para el líder. O tal vez porque se piense que, al igual que el carácter, no se pueda enseñar o aprender.
Discrepo de este enfoque. Creo que, como todo en la vida, puede desarrollarse más allá de las capacidades innatas. Es posible aumentar el «coeficiente de humildad» con autoconocimiento, ayuda, entrenamiento, feedback y determinación. Dado que los éxitos actuales no garantizan la supervivencia mañana, se hacen aún más evidentes los múltiples beneficios de la humildad:
- Nos ayuda a conocer el límite actual de nuestras fuerzas y capacidades fomentando un análisis realista de nuestra empresa y sus competidores.
- Potencia la apertura mental y la disposición permanente de pedir consejo, innovar y explorar buenas prácticas.
- Fomenta una sensación de sana insatisfacción y búsqueda de mejora continua.
- Es estímulo y acicate de superación, puesto que nos hace más conscientes de lo ya logrado y las oportunidades y riesgos del futuro.
«La humildad es la base y fundamento de todas las virtudes, y que sin ella no hay alguna que lo sea«, escribía Miguel de Cervantes en El coloquio de los perros.
Necesitamos líderes humildes para afrontar el futuro.
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