Por Jesús Rodríguez, Data Manager de Raya.
Desde afuera, el mundo del gaming puede parecer una mera distracción. Un universo paralelo al que las personas escapan para embarcarse en aventuras, enfrentar desafíos o desconectarse del ajetreo diario. Sin embargo, involucra a una comunidad, y por esto, no se trata sólo de entretenimiento, sino también de conexión, cultura, de la formación de un legado que poco a poco va generando un impacto sustancial en nuestra sociedad.
Analizándolo de un modo simple, dentro de un videojuego se experimenta la resolución de un problema a través de acciones, actos que pueden generar un desenlace positivo o negativo, dependiendo de la habilidad del jugador. Es en ese intento por superar al oponente, mediante el uso de la lógica para descifrar un acertijo, por ejemplo, que esta habilidad puede conectar con el desarrollo de proyectos que busquen mejorar la educación desde el punto de vista de los niños, es decir, adoptando el gaming como un pilar fundamental.
Títulos como «Minecraft» se han utilizado en aulas de todo el mundo para enseñar desde matemáticas y física, hasta historia y arte; incluso se han construido proyectos multipropósitos y multiculturales para llevar conocimiento de manera transversal a todo el mundo (como la biblioteca sin censura que podemos encontrar en esta plataforma).
Con respecto a la socialización y la construcción de comunidad, con la popularidad de los juegos multijugador en línea, el gaming ha trascendido las fronteras físicas. Los jugadores no solo compiten entre sí, sino que establecen amistades y, en muchos casos, organizan eventos y competencias que atraen a miles de personas. Estas plataformas han evolucionado para ser espacios de interacción social genuina.
El constante crecimiento de los e-sports también ha creado un espacio para que los mejores jugadores y equipos puedan tener una forma de vida, al punto que, según Statista, durante el 2022, los ingresos de los e-sports ascendieron a más de US$1.400 millones. Todo esto, dentro de espacio donde se construyen líderes, equipos y se ponen a prueba softskills que son fundamentales dentro de los mundos corporativos de hoy en día.
Sobre la economía y oportunidades de empleo, el auge de la industria del gaming ha creado un sinfín de empleos: desde desarrolladores y diseñadores hasta profesionales en marketing; periodistas especializados y streamers. Además, el gaming profesional, los e-sports, ha emergido como una industria multimillonaria con patrocinadores, ligas y torneos que rivalizan con eventos deportivos tradicionales en términos de audiencia y premios.
Si bien la salud y el bienestar, en relación al gaming, ha sido objeto de debate y críticas, hay investigaciones que ponderan aquello y sugieren que los videojuegos pueden tener beneficios cognitivos y emocionales. Por ejemplo, que ciertos juegos mejoran la memoria, la atención y la agilidad mental. Además, hay videojuegos diseñados específicamente como herramientas terapéuticas para tratar afecciones como la ansiedad o la depresión.
Los videojuegos se han erigido como una auténtica forma de expresión artística. Con narrativas profundas, asombrosos gráficos y cautivadoras bandas sonoras, muchos juegos brindan experiencias tan inmersivas y emotivas como las mejores películas o novelas elogiadas por la crítica. En realidad, incluso pueden trascender este nivel, ya que permiten al jugador ser el protagonista y tomar decisiones que moldearán el curso de la historia, al estilo de «Bandersnatch» de la serie «Black Mirror».
En conclusión, reducir el gaming a la categoría de «mero entretenimiento» es una simplificación injusta. Al igual que el cine o la literatura, los videojuegos son un reflejo de nuestra cultura, y su influencia en la educación, la economía, la socialización y el arte ya es innegable.
Es esencial reconocer y valorar la multifacética contribución del gaming a nuestra sociedad, y pensar que en ellos podemos ser héroes, villanos, líderes, guerreros, científicos, deportistas o cualquier otro rol que nuestro corazón atesore; al tiempo que nos formamos sin importar la edad, sin importar el género, para construir un mejor mañana.
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